domingo, 4 de diciembre de 2016

Detenerse



Vivimos tiempos en los que los estímulos son constantes. Se agolpan las películas por ver, los libros por leer, los programas de radio por escuchar y se acumulan las páginas web que releer y los reportajes que la prensa diaria nos sugiere y que amplía la lista de cosas pendientes. Además, visitamos las redes sociales y no damos abasto a leer lo que en tan solo 140 caracteres publican aquellos a los que seguimos en twitter.

Hay quien reacciona ante tanta información y contribuye a engrosar la lista de nuestras tareas pendientes con sus aportaciones, pero otros muchos no tienen tiempo para opinar de forma razonada, personal y pausada sobre lo que han visto, oído o leído. El exceso de información nos está apartando de la reflexión.

Además, todo sucede muy deprisa y lo que esta mañana es noticia, por la noche ha desaparecido de nuestro entorno porque algo más actual ocupa su lugar. Como sabemos, hay poderes que se encargan de decidir qué es lo actual e interesante. Y hoy en día parece estar consensuado que alguien se encargue de indicarnos qué es aquello sobre lo que tenemos que pensar, si es que nos queda un rato para hacerlo.

El silencio, la soledad, la televisión apagada, el teléfono silenciado y la reflexión sobre lo leído, escuchado o sugerido ha de volver a nuestras vidas. Algunos sugieren la meditación oriental, casi nos obligan a hacer yoga o se ponen de moda el coaching y los psicoterapeutas, pero no nos damos cuenta de que estas terapias que también dejamos en manos de otros, nos están indicando que tenemos que parar, detenernos y ahondar lo más posible en la mayoría de las cosas que nos suceden o interesan. No podemos dejar que pasen los días y sean otros los que conformen nuestros pensamientos y nuestra manera de ver el mundo.


Vivir es pensar sobre lo que acontece a nuestro alrededor y actuar en consecuencia. Pero actuar de manera consciente y responsable, sin dejarnos influir por lo que otros hayan dicho, y para eso hay que pararse, detenerse un ratito cada día, aunque sólo sea unos minutos para fijarse en el paisaje, en la persona que tenemos enfrente o en la frase que alguien acaba de lanzar desde cualquier medio e intentar verlo todo desde nuestros propios ojos, apartándonos de la influencia de los demás y disfrutando de la vida, que algunos quieren que corra sobre nosotros sin que nos demos cuenta de que, al menos, cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de pararnos unos minutos cada día para decidir quiénes queremos ser, a partir de todo lo escrito, dicho o dibujado por los que interpretan nuestro mundo, y actuar en consecuencia.